Se requieren reformas que incentiven la inversión en capital humano e infraestructura, que promuevan la fortaleza institucional, que garanticen el estado de derecho e impulsen el emprendimiento.
La evolución de los entornos sociopolíticos y los efectos de un planeta que se desgasta irreversiblemente exigen a las organizaciones una constante renovación de sus modelos de negocio para atender, no solo a sus mercados, sino también a las restricciones que impone la naturaleza.
De hecho, la organización es una entidad altamente afectada por su entorno y viceversa, pues su capacidad de regeneración es menor que la tasa a la cual la sociedad utiliza sus recursos. Si bien hay muchas variables fuera de su control, es posible generar a nivel macroeconómico y ecológico las condiciones para ofrecer bienes y servicios de manera sostenible.
Publicado anualmente por WIPO, Insead y Cornell University, el Global Innovation Index mide el impacto que generan las estrategias de innovación en un país. De entre todos los factores, los que más influyen en que un país sea innovador son:
- Una legislación clara que facilite la actividad de negocio y sancione un comportamiento inadecuado entre los actores económicos (estado de derecho).
- Acceso a tecnologías de información e infraestructura física que facilite la comunicación y el intercambio de bienes físicos y la generación de servicios.
- Educación de alta calidad y su inserción en la actividad industrial
- Inversión tanto privada como pública en investigación y desarrollo.
En ese sentido, la actividad innovadora de un país debe reflejarse en que los bienes y servicios generados, además de procurar bienestar económico a la población, sean sostenibles en el tiempo. Si persistimos en una visión cortoplacista y circunscrita al beneficio económico, continuaremos causando un impacto difícilmente reversible en la naturaleza, y, por ende, dificultando a las organizaciones el cumplimiento de su función como generadoras de satisfactores. De ahí que los modelos de negocio deban considerar también su impacto en el individuo, la sociedad y el medioambiente.
De estas premisas emanan una serie de estrategias con visión sistémica. Por ejemplo, estrategias de ecología industrial, diseñadas para utilizar como insumos subproductos de otras industrias, de manera que cada vez se extraigan menos recursos de la naturaleza, o consumir bienes y servicios producidos en la región, para reducir así la huella ecológica en mayor medida, o, como clientes, evitar caer en un consumismo más allá del consumo razonado de satisfactores. 
El impacto de la innovación debe ser disruptivo, sistémico y circular, para incrementar las posibilidades de resiliencia del planeta; el beneficio económico de las organizaciones y de los países no debe ser antagónico a su sostenibilidad.
México encabeza el avance de la innovación en América Latina
La innovación es determinante para detonar la actividad económica y el desarrollo. El Índice Global de Innovación (GII, por sus siglas en inglés) busca medir de manera comparada los factores que inciden de forma directa e indirecta en la capacidad de innovación en un país, así como los factores producto de ésta.
México ha destacado en la región y, al lado de Panamá, son los países con un mayor avance desde 2011, los cuales han logrado avanzar 24 y 14 lugares respectivamente y están ubicados en las posiciones 58ª y 63ª, respectivamente, entre 127 países en al año de 2017. Chile obtuvo la mejor posición en América Latina, al ocupar el lugar 46º, sin embargo, retrocedió ocho posiciones. Su mejor resultado suele obtenerlo en relación a la dimensión institucional, sin embargo, la dimensión donde muestra una mayor oportunidad es la inversión en capital humano e investigación.
El índice mide 7 dimensiones o pilares con un total de 81 factores. A través de estos pilares se busca, por un lado, determinar la capacidad de cada economía para detonar la innovación (insumos) y, por otro lado, capturar el resultado de las actividades de innovación que ya se desarrollan (productos).
Si bien los años considerados (2011-2017) han sido retadores para las economías latinoamericanas, ya que marcan el término del ciclo de los precios altos de las commodities, el panorama de innovación es bajo. Se requieren reformas que incentiven la inversión en capital humano e infraestructura, que promuevan la fortaleza institucional, que garanticen el estado de derecho e impulsen el emprendimiento. El GII permite a los países analizar desde una perspectiva comparada las áreas de oportunidad donde urgen políticas que fomenten el surgimiento y crecimiento de la innovación.
Evolución macroeconómica en América Latina
En México, la tasa anualizada de inflación registrada en julio de 2018 fue de 6.02%. La inflación general anual disminuyó de 6.77% a 4.46 % entre diciembre de 2017 y la primera quincena de mayo de 2018, según datos del Informe Trimestral de enero a marzo de 2018 del Banco de México. La tasa de referencia de política monetaria se mantiene en 7.5%.
Durante el segundo semestre de 2017, los datos generaron preocupación sobre el comportamiento de la actividad económica. Por un lado, el indicador general de actividad económica (IGAE) registró en julio de 2017 la menor tasa de crecimiento anualizada en 15 meses, 1.27%; el sector terciario continúa siendo el principal motor de crecimiento (2.7%) comparado con las actividades primarias y el sector industrial.
Por otro lado, preocupa en menor medida la desaceleración en el indicador mensual de consumo privado, que fue de 3.1% en julio (3.4%, en junio), aunque el índice de confianza del consumidor registró en septiembre el mayor incremento desde febrero de 2015 (6%), lo que podría traducirse en una mayor demanda en la recta final del año.
En junio de 2018, el Índice de Confianza del Consumidor (ICC), elaborado de manera conjunta por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y el Banco de México registró un incremento mensual de 1.1%.